Todavía no es otoño, pero ya es otoño, noche fresca con lluvia y estoy abajo de un toldo, contiguo a una taquería por la calle de Zapata casi llegando a Reforma, esperando una orden para llevar, y recuerdo la mañana gris del 4 de noviembre de 1960 que llegué a SLP, decía al entrar —SLP 65 000 habitantes— llegué al Barrio de San Miguelito, al 480 de Miguel Barragán, a los unos cuantos pasos del jardín, mi padre había muerto en el verano de 1959 y estábamos en el otoño de 1960, quizás mi alma estaba plagada de desasosiego, pero no me alcanzaba a darme cuenta, veníamos de Laredo, día lóbrego, frío, con bruma, imborrable en mi memoria, día de desazón, y desde entonces esta ciudad jamás me gustó.
Pero ahí abajo del toldo esperando los tacos, viendo caer la lluvia y formándose pequeños charcos, de repente me entró un amor indescriptible por esta ciudad, había sido un ingrato todos estos años con ella, me había dado todo a cambio de nada, y me sentí injusto, le pedí perdón, mientas veía formarse las copitas que levantaban las gotas de lluvia en los pequeños charcos, debo agregar que los tacos estaban bien chingones.
Dr Barbahan
